18 de enero de 2012

Amarrado a su destino, va sin ser testigo de su lento caminar.

Empezaron los problemas, se enganchó a la pena, se aferró a la soledad.
Ya no mira la estrellas, mira sus ojeras, cansadas de pelear.
Olvidándose de todo, busca de algún modo encontrar su libertad.
El cerrojo que le aprieta, le pone cadenas, y nunca descansa en paz.
¿Y tu dignidad? Se ha quedado esperando a que vuelvas.
Que nadie calle tu verdad, que nadie te ahogue el corazón, 
que nadie te haga más llorar, hundiéndote en silencio.
Que nadie te obligue a morir, cortando tus alas al volar, 
que vuelvan tus ganas de vivir.
En el túnel de espanto, todo se hace largo, ¿cuando se iluminará?

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